Cuesta, Teodoro

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Descripción

Considerado el poeta más popular de Asturias, «el trovador asturiano por antonomasia» (A. García Oliveros, «Teodoro Cuesta —ensayo bio-bibliográfico», Oviedo, 1949), Teodoro Cuesta García-Ruiz nació en el barrio de La Pasera (Mieres) el 9 de noviembre de 1829. Hijo de Ramón Cuesta, doctor en Farmacia con botica en la villa mierense, y de María Luisa García-Ruiz, era el menor de ocho hermanos, a los que el fallecimiento de su padre, cuando Teodoro tenía cuatro años, dejó en difícil situación. En 1837 lo reclamó su abuelo materno, Federico García-Ruiz, notable médico de la capital asturiana (Oviedo) y hombre de extensa cultura y agudo ingenio que ejerció gran influjo en la formación del poeta. A los 15 años abandonó los estudios y eligió la profesión de tipógrafo, haciendo su aprendizaje en imprentas ovetenses.

A los 16 años leyó su primer poema, «La mendiga», en el Liceo ovetense, con excepcional éxito. Siente la llamada de la música, de ahí que enseguida estudie solfeo y se revele como un extraordinario instrumentista de flauta; asimismo, cursa Composición y Armonía.

Logra su independencia económica con la regencia de una imprenta en Gijón y sus colaboraciones en «El Industrial», «El Faro Asturiano» y «El Independiente».

En 1853 retorna a Oviedo, donde se casa con Gertrudis Urdangaray y Goy, el 22 de setiembre del año siguiente, en la iglesia de San Isidoro. El matrimonio tuvo cinco hijos: Arturo, Rafael, Amelia, Gumersinda y Concha.

En 1856 vuelve a Mieres al serle encomendada la fundación y dirección de la Banda local; su labor fue tan exitosa que le valió la llamada de la Corporación Provincial para confiarle la dirección de la Banda de Música del Hospicio de Oviedo, cargo que estrenó el 7 de enero de 1858; el 30 de mayo de 1876 es nombrado administrador de la misma, por lo que deja el barrio ovetense del Fontán para vivir con su familia en el Hospicio.

Desde 1858 a 1876 se vuelca totalmente en la música, destacando como flautista y en la faceta de compositor, con numerosas obras en su haber, sobre todo religiosas (misereres, ofertorios, salves...).

Entre 1876 y 1890 su producción literaria fue muy abundante y su fama se extendió por toda Asturias. «Antonio García Oliveros, cuyo discurso de ingreso en el Instituto de Estudios Asturianos versó sobre la vida y obra de Teodoro Cuesta, considera en la producción del poeta dos aspectos: la obra seria, en la que la corrección del lenguaje es grande, y la festiva y humorística, en la que el bable es eminentemente popular. Por temperamento, la obra de Cuesta es tierna y festiva. Huye de lo solemne, y si alguna vez cae en ello, su lira alcanza entonces cualidades eminentes» (Teodoro López Cuesta, «Teodoro Cuesta», Gran Enciclopedia Asturiana, t. 5, págs. 222-223). Sus «Poesías asturianas» se publicaron en 1896 con prólogo de Alejandro Pidal y Mon, y dirección de la edición a cargo de Bernardo Acevedo y Fermín Canella. Una de sus obras más célebres, «Andalucía y Asturias», conoció varias ediciones. Escribió también «El protomártir asturiano Fr. Melchor García Sampedro (Poema en bable)», Oviedo, 1895.

En 1888 se presenta en la Corporación Provincial una propuesta de reducción de plantilla en la Residencia. Teodoro Cuesta es privado del puesto de administrador, su única fuente de ingresos, y se le concede una jubilación que nunca llega.

Muere repentinamente el 1 de febrero de 1895 y la noticia de su fallecimiento conmociona a los asturianos. A su entierro asistió Oviedo en pleno. El duelo oficial lo formaban, entre otros, Aramburu, Canella y Leopoldo Alas (Clarín); este último escribió entonces un artículo titulado «Un poeta menos»: «Eso es lo que hemos perdido, un poeta. Teodoro Cuesta fue un poeta militante; de cuerpo entero; de palabra y obra: en rigor, no fue más que un poeta. La imaginación dorada llenó su vida: su pasión dominante, el amor de su tierra, en él se convirtió en poesía. Amaba a su país, contemplando con la rica fantasía las bellezas del suelo, de su historia, de sus costumbres pintorescas, de su lenguaje popular, de sus fiestas, de sus alegrías».

Mieres coloca una placa en su casa natal y en 1931 le erige un monumento. En Oviedo capital una calle lleva su nombre.

Concejo de Mieres

Culturalmente inquieto y socialmente muy activo, cuna de ilustres, punto de encuentro y paso de peregrinos, amante y transmisor de las tradiciones asturianas, e ideal para la práctica del turismo activo y rural. Así es el concejo de Mieres.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Mieres son: Aller, Langreo, Laviana, Lena, Morcín, Oviedo, Ribera de Arriba, Riosa y San Martín del Rey Aurelio. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Mieres, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca de la Montaña Central

Corazón de la Cordillera Cantábrica con cumbres y puertos que traen a la memoria gestas heroicas; vías romanas y camino de Santiago; escondite idílico de Reliquias; aldeas de ensueño; templos Patrimonio de la Humanidad; estaciones de esquí; minería, patrimonio industrial y un Parque Natural que es Reserva de la Biosfera.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Aller, Lena, Mieres, Morcín, Ribera de Arriba y Riosa. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«Otro plato icónico de Asturias es la fabada asturiana, considerada por muchos como el plato nacional de España. Esta deliciosa y contundente fabada es un guiso tradicional hecho a base de fabes (judías blancas) de la variedad "granja asturiana" y acompañada de diferentes tipos de embutidos, como el chorizo y la morcilla. La fabada se cocina a fuego lento durante horas, lo que permite que los sabores se mezclen y se intensifiquen, creando un plato rico y reconfortante.»